Para muchos estudiantes de 17 años que están a punto de terminar la secundaria, la llegada de la vida adulta no representa emoción, sino una mezcla de ansiedad, incertidumbre y miedo. Así lo evidencian sus propios testimonios, marcados por el peso de tomar decisiones trascendentales a una edad en la que aún lidian con los últimos vestigios de la adolescencia.
Más allá de los exámenes finales y las despedidas de clase, estos jóvenes se enfrentan a una pregunta que parece no tener respuesta fácil: ¿y ahora qué sigue? La presión de elegir una carrera universitaria y pensar en un futuro laboral estable, mientras aún construyen su identidad, les resulta abrumadora.
“Antes lo tenía todo claro, sabía lo que quería. Pero ahora estoy en un punto en el que no sé realmente qué camino tomar. Quiero estudiar y trabajar, pero no tengo idea de qué carrera elegir ni si tendré éxito con lo que decida”, confesó Selimar González, estudiante de último año de secundaria.
En una situación similar se encuentra Aurelis, quien asegura que varias áreas le llaman la atención, pero no logra definir una opción concreta. Su deseo es emprender en algo que le apasione y le permita seguir estudiando, aunque admite que el temor a equivocarse la detiene.
“Cuando pienso en mi futuro, siento muchas emociones. Pero la que más pesa es el miedo, especialmente al fracaso o a tomar una mala decisión. También me preocupa que los jóvenes tengamos tan pocas oportunidades laborales. Todo eso me aterra”, expresó.
Estos testimonios reflejan una realidad cada vez más común entre adolescentes que, sin haber alcanzado la madurez plena, deben comenzar a moldear un proyecto de vida. Lo hacen en medio de expectativas sociales, presiones económicas y un panorama incierto, donde el temor a equivocarse es tan real como el deseo de salir adelante.
