El régimen iraní ha ratificado categóricamente su negativa a permitir que Rafael Grossi, el director general del Organismo Internacional de Energía Atómica (OIEA), realice inspecciones en las instalaciones nucleares que fueron recientemente atacadas. Esta firme decisión del país persa también prohíbe la instalación de cámaras de vigilancia en dichos sitios.
Hamid Reza Haji Babaei, vicepresidente del Parlamento iraní, ha declarado que esta postura se basa en el hallazgo de «datos confidenciales» sobre las instalaciones, supuestamente extraídos de documentos pertenecientes al gobierno de Israel. Esta determinación parlamentaria ha recibido el pleno respaldo del ministro de Exteriores de Irán, Abbas Araqchi, quien acusó a Grossi de actuar de forma «perversa» y de haber facilitado los ataques lanzados por Estados Unidos e Israel contra la infraestructura iraní. Araqchi ha expresado su escepticismo, calificando la insistencia de Grossi en visitar los sitios bombardeados como «sin sentido» e incluso sugiriendo que podría «ocultar malas intenciones». El ministro ha responsabilizado directamente al OIEA y a su director general por una «sórdida situación», argumentando que Grossi «estimuló directamente» una resolución «políticamente motivada» de la Junta de Gobernadores del OIEA contra Irán, que a su vez sirvió de justificación para los bombardeos.
La escalada de acontecimientos se intensificó a partir del 13 de junio, cuando Israel inició una serie de bombardeos contra instalaciones nucleares y militares iraníes, causando la muerte de altos mandos y científicos vinculados al programa nuclear del país. Posteriormente, por orden del presidente de Estados Unidos, Donald Trump, aviones de combate estadounidenses atacaron instalaciones nucleares clave como Fordow —un sitio subterráneo al sur de Teherán—, así como las de Isfahán y Natanz. En este contexto, Irán ve la «reciente guerra de 12 días» como una continuación de 47 años de hostilidades lideradas por Estados Unidos contra la nación iraní. Según la perspectiva iraní, el núcleo de esta enemistad no reside en los misiles o el programa nuclear, sino en el propio pueblo de Irán, y Estados Unidos teme que una nación con una civilización milenaria y 90 millones de habitantes no permita su dominio en la región. Ante esta situación, Irán ha advertido que se reserva el derecho de tomar cualquier medida en defensa de sus intereses, su pueblo y su soberanía, destacando que el pueblo iraní tomó la última decisión y responderá con mayor fuerza cuanto más se intensifique el ataque enemigo.
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