Santo Domingo.- «Es bastante complicado para un dominicano, sobre todo por la altura». Así describe Thais Herrera, en una entrevista con la Agencia EFE, su hazaña en el montañismo después de convertirse en la primera mujer dominicana que, criada a nivel del mar, consiguió coronar el Everest, el monte más alto del mundo (8.848 metros sobre el nivel del mar).
Esta proeza, que ha captado la atención internacional debido a la escasa relación de los caribeños con las alturas, surgió de un desafío arriesgado que hasta ahora solo han conseguido 74 personas: ascender a los siete picos más altos de cada continente (separando América del Sur y América del Norte) y esquiar en el Polo Norte y el Polo Sur.
«Es una montaña dura donde el 2% de los que intentan subir fallecen. Hay muchas otras montañas que son más complicadas, pero si uno toma conocimiento y decisiones sabias, sabe que posiblemente tendrá que tomar la decisión de devolverse; ese riesgo siempre existe», reflexiona Herrera, semanas después de lograr plantar la bandera dominicana en la cima del Everest por segunda vez en la historia.
Ecuador, Nepal y Tíbet, todos lugares con grandes montañas, fueron los sitios donde Thais se preparó para la mayor ascensión que puede realizar un ser humano.
«Cuando subo a la Cumbre Sur, que es la primera en el Everest, es la primera vez en toda la expedición que le digo a mi compañero y guía que me parece que lo vamos a lograr porque ya se veía la cumbre», destacó, y fue en ese momento cuando comenzó a sentirse «súper contenta y súper feliz».
Inicios complicados
«La gente pensaba que estaba loca porque, aunque yo estaba asociada a la montaña porque subía al lugar más grande del país, era algo que la gente no entendía», señala en relación a su primer ascenso al Pico Duarte en 2015, el punto más alto de la República Dominicana con 3.101 metros.
Nacida en Santo Domingo, la capital de un país donde la nieve es prácticamente irreal, fue precisamente al ver la nieve por primera vez que Thais decidió entrar en el mundo de la alta montaña, tan inusual para un caribeño.
Sin embargo, la enfermedad de su esposo la llevó a dejar de lado la montaña hasta después de su fallecimiento. Volvió a la montaña en 2018 «buscando paz y consuelo» para superarlo.
A partir de ahí, su pasión por el montañismo, también utilizado como «terapia», la llevó a intentar coronar el Aconcagua (6.962 metros), pero tuvo que abortar el ascenso por riesgo de avalancha y porque «en ese intento me congelé los dedos y la nariz y me hizo entender que la montaña tenía riesgos y que debía prepararme más».
Situaciones extremas y reconocimiento
Aunque su reconocimiento actual se centra en el ascenso al Everest, esta dominicana de 47 años ha pasado por momentos extremos en otras montañas del mundo que pusieron en riesgo su vida.
En el Aconcagua, que consiguió coronar al cuarto intento, vivió una situación «crítica» cuando, yendo en el último equipo de los tres que formaban parte de la expedición, «en un momento cerca de la cumbre el segundo grupo se devuelve y nos dice que tenemos que bajar porque al primer equipo les cayó una avalancha». Thais quedó en «shock»: «Pude haber sido yo».
No obstante, reconoce que el monte Denali (6.190 metros), en Alaska (EE.UU.), que forma parte de su objetivo de los siete picos (para el que solo le falta el monte Jaya en Oceanía y esquiar en el Polo Norte), fue el más complicado hasta la fecha, ya que «la avioneta te deja en medio del glaciar con tu trineo» y «cuando se iba el sol, hacía un frío insoportable, al que se sumaba el viento». Finalmente, y tras duros entrenamientos—»cuando me toca montañas que requieren trineo voy a la playa y entreno con mochilas… o tengo un trineo de metal que arrastro por la ciudad», revela—, Thais ha logrado el reconocimiento de los dominicanos, algo que no esperaba porque ella solo buscaba inspirar a sus hijos.