jueves, noviembre 21, 2024
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    Los bebés que escuchan dos idiomas en el útero perciben el habla de forma distinta al nacer.

    Se ha demostrado que los bebés oyen y aprenden el habla mientras están en el vientre materno, al menos durante el tercer trimestre de gestación. Sin embargo, no estaba claro cómo los fetos asimilan el lenguaje cuando sus madres hablan varios idiomas.

    Un estudio del Instituto de Neurociencias de la Universidad de Barcelona (UB) ha revelado que los bebés recién nacidos de madres que hablan dos o más idiomas son más sensibles a los distintos tonos del sonido, mientras que los bebés de madres monolingües se «especializan» en los tonos de un solo idioma.

    En el mundo, 3.300 millones de personas son bilingües (43% de la población mundial), y en muchos países, el bilingüismo o multilingüismo es lo normal.

    «Demostramos que la exposición a un habla monolingüe o bilingüe tiene efectos diferentes al nacer sobre la ‘codificación neural’ del tono de voz y los sonidos vocálicos, es decir, cómo el feto ha aprendido inicialmente la información sobre estos aspectos del habla», explica Natàlia Gorina-Careta, coautora del estudio publicado en la revista Frontiers in Human Neuroscience.

    Al nacer, los bebés de madres bilingües parecen más sensibles a una gama más amplia de variaciones acústicas del habla, mientras que los bebés de madres monolingües parecen sintonizar más selectivamente con la única lengua en la que han estado inmersos.

    Estudio

    Para comprobar cómo sucede esto, el equipo realizó un estudio en Cataluña, donde el 12% de la población usa habitualmente el catalán y el español, con 131 madres y sus recién nacidos en el Hospital Infantil Sant Joan de Déu de Barcelona.

    El 41% había hablado exclusivamente catalán (9%) o español (91%) durante el embarazo, incluso cuando le hablaba a su bebé en el vientre, y el 59% restante había utilizado dos idiomas (al menos el 20% del tiempo en el segundo idioma): español y catalán, o una combinación de uno de ellos con otras lenguas como árabe, inglés, rumano o portugués.

    «Las lenguas varían en los aspectos temporales del habla, como el ritmo y la acentuación, pero también en el tono y la información fonética. Esto significa que se espera que los fetos de madres bilingües estén inmersos en un entorno acústico más complejo que los de madres monolingües», explica Carles Escera, catedrático del Instituto de Neurociencias y uno de los autores del estudio.

    El equipo colocó electrodos en la frente de los bebés para medir la ‘respuesta de seguimiento de frecuencia’ (FFR) a la reproducción repetida de un estímulo sonoro compuesto por cuatro etapas: la vocal /o/, una transición, la vocal /a/ en un tono estable y /a/ subiendo de tono. El FFR mide con qué precisión los picos de acción producidos por las neuronas de la corteza auditiva y el tronco encefálico imitan las características de las ondas sonoras del estímulo.

    Un FFR más característico es prueba de que el cerebro ha sido entrenado más eficazmente para captar con precisión ese sonido. Por eso, el FFR puede utilizarse como medida del grado de aprendizaje auditivo, experiencia lingüística y entrenamiento musical.

    La prueba demostró que el FFR a la reproducción del sonido /o a/ era más distintivo, es decir, mejor definido y con una mayor relación señal-ruido, en recién nacidos de madres monolingües que en los de madres bilingües. Los resultados sugieren que el cerebro de los fetos de madres monolingües había aprendido a ser sensible al máximo al tono de una sola lengua, mientras que el cerebro de los fetos de madres bilingües parecía haberse vuelto sensible a una gama más amplia de frecuencias tonales, pero sin generar la máxima respuesta a ninguna de ellas.

    Por tanto, es posible que exista un equilibrio entre eficacia y selectividad en el aprendizaje del tono, apunta el estudio.

    «Nuestros datos muestran que la exposición prenatal al lenguaje modula la codificación neural de los sonidos del habla medida al nacer», a la vez que «aportan nuevos conocimientos sobre sus efectos», concluye Escera.

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