Río de Janeiro es el epicentro de la diplomacia global este domingo, al acoger la tan esperada cumbre de los BRICS, un bloque que agrupa a algunas de las economías emergentes más grandes del mundo. Sin embargo, el encuentro está marcado por la ausencia notoria de dos de sus figuras más prominentes: el presidente de China, Xi Jinping, y el presidente de Rusia, Vladimir Putin. Sus asientos vacíos en la mesa de negociaciones plantean interrogantes sobre la cohesión interna del grupo y la dirección futura de esta alianza, que busca desafiar el orden mundial establecido. La decisión de ambos líderes de no asistir en persona, delegando su representación, envía un mensaje complejo a la comunidad internacional.
La importancia de los BRICS ha crecido exponencialmente en la última década, consolidándose como una voz alternativa en el concierto global, especialmente en lo que respecta a la gobernanza económica y financiera. Originalmente conformado por Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica, el grupo ha estado explorando la posibilidad de expandir sus miembros, lo que daría aún más peso a su agenda. La agenda de esta cumbre se centra en el fortalecimiento de la cooperación económica entre sus miembros, la promoción de un sistema financiero más equitativo y la discusión de desafíos geopolíticos globales. A pesar de las ausencias, el mensaje de buscar un «nuevo orden mundial» y alianzas fuera de las tradicionales es un tema recurrente.
Las razones detrás de la ausencia de Xi Jinping y Vladimir Putin son objeto de especulación. En el caso de Putin, las órdenes de arresto internacionales en su contra por crímenes de guerra limitan sus viajes al exterior y lo obligan a delegar en encuentros de alto perfil. Para Xi, su ausencia podría reflejar prioridades internas o una estrategia diplomática calculada, quizás buscando mantener un perfil más bajo en ciertos foros mientras se enfoca en otros frentes. Estas ausencias, sin embargo, no implican una desconexión total; la participación de altos funcionarios y la comunicación telemática aseguran que las posiciones de China y Rusia sigan siendo representadas y consideradas en las discusiones.
A pesar de estas ausencias, la cumbre ha generado noticias significativas. Uno de los puntos más relevantes ha sido la ratificación del ingreso de Colombia al banco de los BRICS, un paso que solidifica el giro financiero del país hacia nuevas esferas de influencia y subraya el atractivo creciente del bloque para naciones que buscan diversificar sus alianzas económicas. Esta incorporación no solo amplía la huella geográfica del grupo, sino que también refuerza su narrativa de ser una alternativa viable a las instituciones financieras occidentales tradicionales. El dictador cubano Miguel Díaz-Canel también asiste a la cumbre en calidad de asociado, buscando alianzas y fortaleciendo la cooperación con los países del bloque, en un intento de romper el aislamiento impuesto por algunas potencias occidentales.
El futuro de los BRICS, con o sin sus líderes más prominentes, parece estar encaminado a una mayor consolidación de su visión de un mundo multipolar. El régimen de Irán, por ejemplo, ha manifestado abiertamente su búsqueda de alianzas con los BRICS, aspirando a un «nuevo orden mundial» que dé cabida a una mayor diversidad de voces y poderes. Este tipo de declaraciones, sumadas a la creciente lista de países interesados en unirse o cooperar con el bloque, indican que, a pesar de los desafíos y las ausencias temporales, los BRICS continúan siendo un actor fundamental en la reconfiguración de las dinámicas globales, buscando establecer un contrapeso a las hegemonías existentes y forjando nuevas rutas para la cooperación y el desarrollo económico.
