Nvidia ya no es solo un fabricante de tarjetas gráficas. La compañía fundada en 1993 por Jensen Huang, Chris Malachowsky y Curtis Priem, que nació con la visión de llevar gráficos 3D a los videojuegos, se ha convertido en la empresa más valiosa del planeta, superando a Apple y Microsoft con una capitalización que ronda los 4,3 billones de dólares.El secreto de su meteórico ascenso está en las GPU, chips capaces de procesar miles de cálculos en paralelo, mucho más eficientes que las CPU tradicionales para entrenar modelos de inteligencia artificial. Lo que comenzó como un riesgo a mediados de los 2000, cuando Huang insistió en transformar las tarjetas gráficas en supercomputadoras, se convirtió en el mayor acierto de su historia: el nacimiento de CUDA en 2006, tecnología que revolucionó la computación acelerada.
El gran salto llegó en 2012, cuando las GPU de Nvidia fueron usadas para entrenar AlexNet, un sistema de clasificación de imágenes que abrió las puertas al aprendizaje profundo. Desde entonces, la compañía centró su negocio en la IA y hoy sus chips son la columna vertebral de proyectos como ChatGPT y otros modelos de lenguaje masivo.
Entre 2023 y 2025, las acciones de Nvidia se dispararon más de un 800 %, convirtiendo a la empresa en la favorita de inversores y gobiernos. Un ejemplo: los chips H100, considerados el producto tecnológico más codiciado del mundo, han sido adquiridos en miles de unidades por países como Arabia Saudita y Emiratos Árabes Unidos, que buscan liderazgo en IA.
Para responder a la demanda, Nvidia lanzó la nueva generación H200, aún más potentes y diseñados para soportar los enormes modelos de lenguaje. Y no se detiene ahí: la compañía ha cerrado alianzas estratégicas, como la reciente inversión de 5.000 millones de dólares en Intel, con la meta de impulsar centros de datos a escala masiva.
Su influencia en el mercado bursátil es igual de impresionante. Una inversión de 1.000 dólares en 2015 hoy valdría 350.000, según Forbes. En 2024 ya superaba los 3,2 billones y los analistas prevén que para 2026 pueda alcanzar los seis billones de dólares, consolidándose como el emblema absoluto de la era de la inteligencia artificial.
Nvidia no solo marca el paso de la revolución tecnológica, sino que también redefine la geopolítica de los chips, en un mundo donde el control de la IA se ha convertido en un objetivo estratégico para las grandes potencias.
