El reencuentro con la familia debería haber sido un momento de felicidad para esta joven, quien después de ocho años de encierro y explotación sexual, finalmente regresó a casa. Sin embargo, en lugar de recibir el apoyo y la comprensión que esperaba, se enfrentó al desprecio y la amargura de algunos seres queridos que desconocían la verdad de su situación.
«El caso es que mi papá quería caerme encima a darme golpes, que él no tenía ni quería hijas prostitutas, que me fuera por donde mismo entré, porque total, ya me creían muerta. Fue horrible y vergonzoso», relata con dolor.
A pesar de este difícil recibimiento, el amor incondicional de su madre fue su principal sostén. «Desde que mi papá amagó para darme golpes el día que llegué, ella se metió, se puso delante. Esa ha llorado conmigo, esa es la que desde que me ve un poco callada, me pone conversación, me cuela un café…», comparte con gratitud.
La joven también revela el bullying sufrido por parte de algunos vecinos y la tristeza de haber perdido a su abuela querida durante su ausencia. Sin embargo, encuentra consuelo en el apoyo de su amiga y en el amor de su pareja, quien le ha devuelto la esperanza.
Ahora, con 30 años de edad, está enfocada en reconstruir su vida y sueña con ser madre algún día. A pesar de las dificultades, ha encontrado fuerzas para emprender su propio negocio y mira hacia el futuro con determinación.
En medio de su lucha por sanar las heridas del pasado, esta valiente sobreviviente alza su voz para exigir un mayor respeto hacia las víctimas de explotación sexual infantil y un mayor compromiso por parte de las autoridades para abordar esta cruda realidad que afecta a muchos menores en el país.