La ciudad de La Romana, una de las más importantes del Este dominicano por su relevancia turística, industrial y social, vive una etapa crucial bajo el liderazgo del nuevo alcalde Eduardo Kery Metivier. Electo con grandes expectativas y respaldado por un discurso de cambio, transparencia y recuperación de la dignidad municipal, Kery enfrenta una realidad más compleja de lo que muchos esperaban.
Desde el inicio de su mandato, Kery ha dejado claro que recibió un ayuntamiento “en ruinas”, tanto administrativa como financieramente. Las deudas heredadas, los contratos opacos y una estructura institucional débil han sido obstáculos iniciales para implementar su visión. Sin embargo, la ciudadanía, cansada de décadas de clientelismo y mal manejo, exige resultados tangibles.
Uno de los puntos más visibles ha sido el estado de limpieza de la ciudad. Aunque se han hecho esfuerzos por mejorar la recolección, todavía sigue siendo un dolor de cabeza, La Romana necesita urgentemente un sistema moderno, eficiente y sostenible para el manejo de residuos sólidos, que no solo limpie la ciudad, sino que eduque y concientice a su población.
En términos de obras públicas, la ciudadanía también exige una agenda clara. Más allá del bacheo de calles o remozamiento de espacios ya intervenidos por pasadas gestiones, La Romana necesita una visión urbana más inclusiva: aceras transitables, semáforos funcionales, espacios verdes recuperados y, sobre todo, políticas que consideren a los sectores marginados que han sido históricamente olvidadas.
Pero hay que ser justos: no todo es negativo. Kery ha dado señales positivas al abrir las puertas del cabildo a la participación ciudadana y mostrar disposición a rendir cuentas. La transmisión en vivo de sesiones del Concejo de Regidores, la publicación de estados financieros y la disposición al diálogo con sectores sociales son señales de un nuevo estilo de gobernanza. Eso, sin duda, es un cambio necesario frente a la opacidad que caracterizó gestiones anteriores.
No obstante, el tiempo corre y el reloj político no perdona. La ciudadanía quiere ver cambios concretos, no solo discursos. La Romana necesita una transformación estructural que va más allá de la voluntad de un alcalde: se requiere de un equipo capacitado, planificación técnica, apoyo institucional del gobierno central y, sobre todo, una ciudadanía activa y exigente.
Eduardo Kery Metivier ha heredado un municipio con profundas heridas, pero también con un potencial enorme. La Romana puede y debe renacer como modelo de desarrollo urbano, pero para lograrlo, se necesita pasar del diagnóstico a la acción. El reto está planteado. Y los romanenses, más atentos que nunca.