Beirut.– Mientras Irán, su principal aliado, sufre un nuevo embate militar por parte de Israel, Hezbollah ha optado por una cautelosa contención. Aunque su retórica se mantiene desafiante, el grupo chiita libanés no ha cruzado la línea de la intervención directa. Por ahora.
La decisión ha sido interpretada como un respiro en Líbano, país aún lacerado por la devastadora guerra del año pasado y hundido en una crisis económica sin salida inmediata. Diplomáticos y fuentes cercanas al movimiento afirman que Hezbollah apuesta a que el conflicto actual no representa una amenaza existencial para Irán, aunque advierten que la postura podría cambiar si el régimen de Teherán comienza a tambalearse.
“Todo está sobre la mesa. Nada está fuera de los límites”, resumió Qassim Qassir, analista vinculado al grupo. Según explica, Hezbollah no ve necesidad de intervenir por ahora, pero mantiene la disposición de actuar si la situación lo exige.
La organización, considerada por años el actor no estatal más poderoso del mundo, ha sido uno de los pilares del llamado “eje de la resistencia” encabezado por Irán. Sin embargo, su fuerza operativa sufrió serios golpes durante el conflicto con Israel en 2024 con la muerte de su histórico líder, Hasan Nasrallah, y la destrucción de parte importante de su arsenal han obligado al grupo a reevaluar sus capacidades.
El actual líder, Naim Qassem, mantiene un discurso firme. El pasado viernes aseguró que los ataques israelíes a Irán “tendrán repercusiones graves” y reafirmó el respaldo a Teherán en “todas las medidas que tome para defenderse”, no obstante, evitó cualquier compromiso explícito de intervención militar inmediata.
Líbano arrastra los estragos de una economía colapsada y una infraestructura devastada y según el Banco Mundial, la guerra del año pasado dejó más de 14 mil millones de dólares en daños, y la reconstrucción requeriría al menos 11 mil millones más. Mientras tanto, el nuevo gobierno tecnocrático, encabezado por el exjuez internacional Nawaf Salam, intenta estabilizar el país y mantenerlo al margen del conflicto regional.
Salam condenó la “peligrosa agresión israelí” contra Irán tras una reciente reunión de gabinete, pero subrayó que el objetivo inmediato del gobierno es “evitar que Líbano sea arrastrado a otra guerra”.
Desde fuentes gubernamentales se ha hecho llegar un mensaje claro a Hezbollah y a las facciones palestinas: “Líbano no participa en este conflicto”. Por ahora, la respuesta ha sido favorable.
Sin embargo, las tensiones se sienten en el aire. Videos virales han mostrado misiles iraníes sobrevolando Líbano, incluso durante celebraciones.
Mientras tanto, el gobierno libanés intenta reconstruir relaciones diplomáticas y atraer inversión extranjera. Sin embargo, los países del Golfo han sido reticentes a comprometerse. La inseguridad, el historial bélico del grupo y su independencia del poder estatal generan desconfianza.
Para el parlamentario independiente Ghassan Skaf, cualquier intento de Hezbollah por intervenir sería un error fatal.
“Están débiles, y lo saben. No quieren arrastrar al país a una destrucción total. Sería un escenario en el que todos pierden”, afirmó.
Pero incluso él reconoce que todo puede cambiar si el conflicto se escala. Si la guerra entre Irán e Israel se convierte en una conflagración regional, el silencio prudente de Hezbollah podría transformarse en estruendo.
Por ahora, en medio del temor y la incertidumbre, los libaneses cruzan los dedos esperando que el verano siga transcurriendo en relativa calma. Aunque saben que la historia reciente de su país ha demostrado una y otra vez que la paz, allí, siempre pende de un hilo.