Cada 17 de junio, el mundo se une para conmemorar el Día Mundial de Lucha contra la Desertificación y la Sequía, una fecha proclamada por las Naciones Unidas para concienciar sobre la urgente necesidad de preservar los suelos del planeta y mitigar los efectos devastadores de la sequía.
En pleno siglo XXI, la desertificación y la sequía no son problemas distantes ni ajenos: afectan a más de 3.200 millones de personas en todo el mundo. El avance de la degradación de los suelos, impulsado por la deforestación, la sobreexplotación de acuíferos, prácticas agrícolas inadecuadas y el cambio climático, compromete la seguridad alimentaria, el acceso al agua potable y la estabilidad de comunidades enteras, especialmente en regiones vulnerables de África, Asia y América Latina.
Por otro lado, las sequías prolongadas, cada vez más frecuentes e intensas, se han convertido en una amenaza silenciosa que desestabiliza economías agrícolas, destruye hábitats naturales y agrava crisis migratorias y conflictos territoriales.
¿Qué es la desertificación?
La desertificación no significa que los desiertos se expanden, sino que tierras antes productivas se degradan progresivamente hasta volverse improductivas. Este fenómeno suele ser provocado por la deforestación, la sobreexplotación de tierras para agricultura intensiva, la salinización del suelo y la pérdida de cobertura vegetal. Cuando los suelos pierden su fertilidad y estructura, se dificulta el cultivo, se reduce la biodiversidad y se debilita el ciclo hidrológico.
¿Y qué hay de la sequía?
La sequía es una anomalía climática provocada por la escasez de lluvias durante un periodo prolongado, afectando la disponibilidad de agua en ríos, embalses y acuíferos. Las sequías también son exacerbadas por el cambio climático y por el uso ineficiente del agua en sectores como la agricultura, la industria y los hogares.
Ambos fenómenos están interconectados y su impacto puede ser catastrófico si no se toman medidas preventivas y correctivas.
¿Cómo afecta esto a países como República Dominicana?

En países tropicales y agrícolas como República Dominicana, la degradación de suelos y las sequías afectan directamente la producción de alimentos, la disponibilidad de agua potable, la salud de los ecosistemas y la economía rural. Muchas zonas del país experimentan pérdida de cobertura boscosa y erosión acelerada debido a malas prácticas agrícolas, minería ilegal y cambios en el uso del suelo.
Aunque se han desarrollado algunos planes de reforestación y manejo sostenible, aún se requiere mayor coordinación entre instituciones, inversión pública y educación ambiental para frenar la degradación.
¿Qué podemos hacer como ciudadanos?
Aunque parezca un problema distante, todos podemos tomar medidas concretas que aporten al cuidado del suelo y la gestión del agua:
- Participar en jornadas de reforestación o restauración ambiental.
- Evitar quemas de rastrojos o matorrales, que erosionan el suelo y provocan incendios forestales.
- Promover y practicar una agricultura sostenible, usando compost, rotación de cultivos y evitando agroquímicos en exceso.
- Ser responsables con el uso del agua en casa: reparar fugas, reutilizar agua de lluvia y no desperdiciarla.
- Apoyar y consumir productos locales y de temporada, que requieren menos recursos hídricos.
Más allá del 17 de junio
Este día es una oportunidad clave para reflexionar sobre la relación íntima entre la tierra y nuestra supervivencia. Pero la lucha contra la desertificación y la sequía no debe limitarse a una jornada de reflexión: debe convertirse en un compromiso constante. La tierra, como legado compartido, debe ser protegida por todos, para garantizar un futuro fértil, equitativo y sostenible.
Además, es importante recordar que esta causa está conectada con otras fechas ambientales clave como el Día Internacional de la Conservación del Suelo (7 de julio) y el Día Mundial del Suelo (5 de diciembre).
Porque sin tierra fértil no hay alimentos, sin agua no hay vida y sin conciencia no hay futuro.