Cuando el sol cayó sobre la bahía de Luperón aquel 19 de junio de 1949, el cielo fue testigo de una escena que parecía arrancada de las páginas más audaces de la historia, un hidroavión Catalina rompía el horizonte marino y descendía con decisión sobre las aguas tranquilas de la costa norte dominicana.
No traía turistas ni cargamento comercial, sino un grupo de hombres decididos a dar su vida por la libertad. Eran dominicanos, centroamericanos y norteamericanos que, en nombre de la dignidad humana, venían a desafiar al régimen más temido del Caribe, «la dictadura de Rafael Leónidas Trujillo».
Cada 19 de junio, la historia dominicana recuerda con respeto y solemnidad a los hombres valientes que, protagonizaron una expedición heroica en busca de libertad. La Gesta de Luperón de 1949, aunque frustrada en términos militares, sembró una semilla de esperanza y resistencia en el corazón del pueblo dominicano.
Aquel día marcó el inicio de una lucha más amplia contra la opresión, encabezada por hombres decididos que no dudaron en arriesgar su vida por la causa de la libertad.
El contexto: una dictadura que sofocaba al país
En 1949, la República Dominicana estaba bajo el control absoluto del dictador Rafael Leónidas Trujillo, quien gobernaba desde 1930 con mano de hierro. El régimen se sostenía mediante una estructura de represión sistemática que eliminaba cualquier forma de disidencia. No había libertad de expresión ni participación política real. El derecho al voto existía solo en apariencia y toda oposición era sofocada con cárcel, tortura o asesinato.
El control total del Estado, la persecución a líderes sociales y políticos, el miedo instalado en la ciudadanía y la censura absoluta formaban parte de la vida cotidiana. Ante este panorama, los cambios desde dentro eran imposibles. Fue entonces cuando dominicanos en el exilio comenzaron a organizarse, con el objetivo de derrocar la dictadura desde el extranjero.
La expedición: un acto de valor
El 19 de junio de 1949, un grupo de patriotas intentó quebrar la aparente invulnerabilidad de la dictadura. La operación, organizada meticulosamente desde Guatemala, tenía como objetivo introducir hombres armados por vía aérea al territorio dominicano. El plan contemplaba tres aviones cargados con combatientes y armamento volando desde Guatemala hacia distintos puntos del país. Sin embargo, la ejecución encontró diversos obstáculos.
Solo uno de los aviones, un hidroavión modelo Catalina, logró cumplir su misión parcialmente y amarizó en la bahía de La Gracia, en el municipio de Luperón, Puerto Plata, alrededor de las 7 de la noche. Las otras dos aeronaves se desviaron y terminaron en Cozumel, México. A pesar de la reducción de fuerzas, los expedicionarios que lograron tocar suelo dominicano no se intimidaron.
El grupo estaba compuesto por dominicanos, nicaragüenses, un costarricense y ciudadanos estadounidenses. La tripulación del Catalina incluía al piloto John M. Chewing, el copiloto Habet Joseph Maroot y el ingeniero George Raymond Scruggs.
Entre los combatientes dominicanos se encontraban figuras como Horacio Julio Ornes Coiscou (líder de la operación y comandante del Ejército de Liberación), José Rolando Martínez Bonilla, Federico Horacio Henríquez Vásquez (Gugú), Hugo Kundhardt, Manuel Calderón Salcedo, Salvador Reyes Valdez, Tulio Hostilio Álvaro Delgado y Miguel Ángel Feliú Arzeno.
Completaban la expedición Alejandro Selva, Alberto Ramírez y José Félix Córdoba Boniche, todos nicaragüenses, y el costarricense Alfonso Leiton.
Confusión, enfrentamientos y muerte
Tras el amarizaje, los expedicionarios comenzaron a moverse en tierra. Pero en medio de la oscuridad y la tensión, surgieron errores fatales. En Luperón, las luces del pueblo se apagaron misteriosamente, sumiendo a los combatientes en un caos que desencadenó enfrentamientos accidentales entre ellos.
El costarricense Alfonso Leiton fue herido mortalmente por un disparo en el cuello. En otro lamentable episodio, el nicaragüense Alberto Ramírez perdió la vida tras un intercambio de fuego con el dominicano Hugo Kundhart, quien resultó herido, pero sobrevivió momentáneamente.
Los cuerpos heridos fueron llevados de nuevo al hidroavión Catalina, con la esperanza de preservar sus vidas. Sin embargo, las fuerzas del régimen ya habían sido alertadas. Un barco patrullero del gobierno trujillista atacó la aeronave con violencia, provocando su destrucción.
En el incendio murieron calcinados Alberto Ramírez, Salvador Reyes Valdés y Hugo Kundhart. El sueño de liberar la nación se desvanecía entre llamas.
Héroes que sobrevivieron y persistieron
Entre los sobrevivientes de aquella noche trágica se encuentran nombres que más tarde continuarían la lucha por la libertad: Horacio Julio Ornes Coiscou, Tulio Hostilio Arvelo Delgado, José Rolando Martínez Bonilla, Miguel Ángel Feliú Arzeno y el nicaragüense José Félix Córdoba Boniche.
Feliú Arzeno, de hecho, moriría una década más tarde en otra intentona libertaria: la expedición del 14 de junio de 1959, cuando nuevamente dominicanos exiliados intentaron derrocar al régimen trujillista.
Estos sobrevivientes se convirtieron en símbolos vivientes de la resistencia. Su determinación no decayó, y su experiencia se volvió testimonio de lo que significaba enfrentarse a una de las dictaduras más despiadadas del hemisferio.
Apoyo internacional
La Gesta de Luperón no surgió de la nada. Fue el fruto de años de organización y compromiso desde el exilio. En Costa Rica, Horacio Julio Ornes fundó la Legión Caribe, una alianza revolucionaria de exiliados centroamericanos y caribeños unidos contra las tiranías que asolaban sus respectivos países. Ornes también fue protagonista en la toma de Puerto Limón en 1948, fortaleciendo su reputación como un estratega decidido a liberar al pueblo dominicano.
El plan contó además con respaldo clave: Don Juan Rodríguez, un exiliado dominicano, fue uno de los principales financistas de la expedición.
Asimismo, el presidente de Guatemala, el Dr. Juan José Arévalo, ofreció el territorio guatemalteco, armamento y asesoría militar, demostrando una solidaridad internacional que contrastaba con la indiferencia de otras naciones frente a las dictaduras del Caribe.
Un legado que perdura
Hoy, al conmemorarse un nuevo aniversario de la Gesta de Luperón, el país recuerda no solo un intento militar fallido, sino una expresión suprema de valentía. Los hombres que desembarcaron aquella noche no sabían si serían recibidos como libertadores o exterminados como enemigos. Sin embargo, aceptaron el riesgo con honor, guiados por la esperanza de un futuro sin cadenas.
Aunque la dictadura no cayó aquel 19 de junio de 1949, la acción de estos hombres reavivó el espíritu de resistencia. Fue una chispa que, años más tarde, contribuiría a encender el fuego definitivo que acabaría con el régimen de Trujillo en 1961.