En una humilde casa de un poblado cercano, la familia Ureña-Pérez llora la pérdida de Ismael, su hijo menor y prometedor prospecto del béisbol. A sus 14 años, el joven soñaba con sacar a su familia de la pobreza. «Papi, cuando me firmen, te sacaré de este ranchito y no tendrás que madrugar para ir al mercado», le decía con frecuencia a su padre, Ynoel, quien trabaja en el Mercado de la Avenida Duarte.
Sin embargo, ese sueño se convirtió en pesadilla cuando Ismael fue hospitalizado gravemente y falleció meses después. Según sus padres, Iris e Ynoel, y sus hermanos Joel y Esmailin, el deterioro del joven comenzó tras recibir repetidas inyecciones con sustancias destinadas a caballos en un complejo de béisbol dirigido por el exjugador Yordy Cabrera.
La situación ha dejado destrozada a la familia, que asegura que las inyecciones eran una práctica habitual en el complejo. Joel, hermano mayor y también jugador, afirma haber sido inyectado en múltiples ocasiones desde los 13 años, lo que le causó lesiones severas.
Ismael, quien había realizado tryouts con equipos como Kansas, Gigantes, Detroit y Orioles, comenzó a presentar síntomas alarmantes, como calambres, dificultades para correr y sangre en la orina. Estos indicios llevaron a su madre a descubrir el deterioro que finalmente resultaría fatal.
La familia relata que el trato con Yordy Cabrera, quien inicialmente prometió llevar a Ismael al profesionalismo, se tornó distante tras el fallecimiento del joven. Según informes, el complejo del exjugador permanece cerrado desde el incidente.
Ahora, los Ureña-Pérez buscan justicia. El lunes, sus abogados se reunirán con Yeni Berenice, titular de la Dirección General de Persecución del Ministerio Público, para exigir medidas contra Cabrera, quien permanece en libertad.
La tragedia de Ismael pone de manifiesto los riesgos de prácticas irregulares en el desarrollo de talentos deportivos y deja un llamado urgente a las autoridades para garantizar el bienestar de los jóvenes deportistas y prevenir futuros casos.
