El 11 de octubre de 2024 quedará marcado para siempre en la memoria de una madre cuyo hijo, de apenas un año y ocho meses, fue brutalmente agredido en el Centro de Atención Integral para la Primera Infancia (CAIPI) del sector Arroyo Hondo, en la zona sur de Santiago.
Según relata la madre, identificada con el nombre ficticio Ana Arias, dejó a su hijo en el centro como de costumbre antes de dirigirse a su trabajo. Al mediodía, recibió una llamada en la que le informaban que su hijo había sufrido un «pequeño accidente» y que debía acudir al Hospital Juan XXIII. «Me dijeron que tenía una pequeña cortada en la oreja, pero al llegar y verlo, me encontré con algo mucho más grave», relató con angustia.
El menor presentaba 16 mordidas en la espalda, además de heridas en la cara y la oreja. «Cuando le levanté la camiseta, vi que tenía múltiples mordidas. Estaba desesperada», narró la madre, quien además informó que su hijo requirió tres puntos de sutura en la oreja y permaneció cuatro días ingresado en el Hospital Infantil Doctor Arturo Grullón.
¿Qué sucedió?
De acuerdo con la versión de la madre, tras indagar, descubrió que la maestra del pequeño no notó que su hijo no regresó al aula después del receso. Mientras tanto, ni la maestra de los niños más grandes ni el supervisor intervinieron cuando un grupo de menores atacó al pequeño. «Mi hijo está vivo de milagro», expresó.
Cuando los padres buscaron respuestas en el centro educativo, solo se les dijo que debían regresar para que la psicóloga les explicara lo sucedido. «El niño lloraba desesperado, y cuando le pedí explicaciones a la directora, solo me remitió a la psicóloga», agregó la madre.
Sin justicia y sin seguimiento
Tras insistir, los padres fueron informados de que la directora, una maestra y el supervisor habían sido desvinculados, aunque otra educadora permaneció en su cargo debido a su estado de embarazo. Sin embargo, ninguna de estas personas fue sometida a la justicia.
A pesar de la gravedad del caso, la madre denuncia que nadie del centro educativo se ha acercado para dar seguimiento al estado de salud ni al impacto emocional que este traumático episodio ha dejado en su hijo. Cuatro meses después, el pequeño aún tiene cicatrices en su espalda y enfrenta dificultades para interactuar con otros niños, pues sigue experimentando temor debido a la agresión sufrida.